Los ingredientes tienen que parecer recién cogidos del campo. Como si el propio campesino hubiese estado esperando el preciso momento de su maduración durante horas, y la propia hortaliza se deslizara hasta caer entre sus manos, deseando ser recolectada.
Una vez ya tenemos la materia prima, viene lo más difícil, transformar el regalo que nos ha ofrecido la naturaleza, sin perder su esencia, en una fiesta para nuestras papilas gustativas. Sólo un cocinero con aptitudes para la sensiblidad y la creatividad, será capaz de estimular la totalidad de nuestros sentidos: el olor, el tacto, el gusto, la vista, el oído...
Si ponemos amor en cada paso, resultarán platos exquisitos con cualidades para hacernos mejores personas.
domingo, 29 de julio de 2007
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1 comentario:
Aquest text m'ha recordat Como agua para chocolate...
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