lunes, 2 de julio de 2007

Escribir para no oír el silencio

Mejor así, odio las despedidas.
Además, así, puedo cerrar los ojos y creer que todavía estás ahí. Que en cualquier momento puedo ir a la casa de las paredes empapeladas, y encontrarte ahí, dispuesta a escuchar, como siempre. Puedo creer que un día, cuando nuestros horarios nos lo permitan, iremos a desayunar y mojaremos nuestros proyectos en el café con leche.
Siempre supe que encontrarías tu barca de metralla y te irías navegando por el asfalto, la gente te regalaría peces y tus cejas te servirían de paraguas.
Pero jamás me imaginé que sería tan pronto y que me sentiría tan sola. A pesar de que sé que no te has ido tan lejos, a pesar de que sé que nos visitarás a menudo. Necesito tener la tonta sensación de que estás ahí.
Fuiste la primera persona que conocí en la ciudad de los encuentros fugaces. Me enseñaste a volar entra tus versos y a reirme de nuestros neuroticismos.
Hoy, voy con tu bufanda larga alrededor del cuello, y te busco en cada pez que se me cruza por el camino, y llevo un bloc en el bolsillo para escribir y escribir, escribir como rebeldía, para decir el grito, para curar en la carne abierta, para ejercer lo inútil, por no llorar tan dentro, tan a escondidas. Escribir para que el agua envenenada, pueda beberse.

2 comentarios:

Pau dijo...

M'ha agradat molt aquest text. És molt sentit i està ple de metàfores precioses... Molt bé!

Laura dijo...

Sí que es precioso sí... Qué suerte saber expresar tan bien...